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Estos últimos días hemos visto cómo en Estados Unidos gran cantidad de personas están perdiendo sus trabajos. Los masivos despidos en las grandes tecnológicas Meta, Twitter y Amazon no dejan de impresionar. Asombra primero, por los números; según cifras oficiales, solo en California han salido unos 50 mil colaboradores entre octubre y noviembre. También impresiona que, en general, las personas desempleadas son profesionales con un muy buen nivel de preparación, especialmente en nuevas tecnologías, las que supuestamente están del lado de los ganadores en esta transformación mundial del mercado laboral.

Pero además, llama la atención que esto no genere ninguna acción mayor. ¡Pareciera que esto se trata de que cada uno se salve como pueda! ¿Quién iba a pensar que personas con este nivel de preparación digital iban a ser presas de una crisis laboral casi como si no tuvieran competencias ad hoc a los tiempos actuales?

Y es que detrás de las grandes cifras, hay seres humanos que hoy viven un momento importante de incertidumbre. Desde el área de la consultoría declaramos que las personas y organizaciones debemos anticiparnos, ser ágiles y resilientes ante estos cambios. Pero todo esto no es tan relevante, cuando el problema de fondo puede ser desde un menoscabo a la dignidad de las personas que quedan sin trabajo, hasta un problema de subsistencia para muchas familias.

¿Y qué podemos esperar desde Latinoamérica, donde no tenemos grandes hubs de emprendimiento e innovación en los que exista esta aparente sobreinversión? Tampoco hay una masa laboral tan grande especializada en tecnología. En nuestra región aún no somos lo suficientemente productivos, así que el riesgo que nuestras organizaciones queden obsoletas y nuestros colaboradores fuera del mercado laboral, aumenta.

Sin embargo, el proyecto de ley que se está tramintando en el Senado que busca reducir la jornada laboral hasta 40 horas en Chile, quizás sea una oportunidad de ser más productivos y eficientes, además de automatizar e incluir más procesos tecnológicos tendientes a contribuir a una mejor calidad de vida profesional y personal.

 

Pero, ¿cómo hacemos ese cambio? Es aquí donde la sociedad debe ser más colaborativa, generar instancias de inclusión y democratizar el conocimiento. Sabemos que el futuro apunta hacia la tecnología e innovación con aplicaciones y sistemas robotizados, pero nada de esto tiene sentido sin la capacidad humana.

La inteligencia artificial, el data analytics, el internet de las cosas (IoT), machine learning, el metaverso, ninguno de estos conceptos sirve por sí solos. Su propósito es justamente mejorar y facilitar la vida de las personas y detrás de ellos, está todo el ingenio de profesionales y técnicos que visualizaron una mejor forma de hacer las cosas. Es decir, no podemos concebir las ventajas tecnológicas sin todo el proceso y esfuerzo de cada persona involucrada.

En Chile, las startups han proliferado en los últimos años, sobre todo las vinculadas a tecnología. Pero también vienen con un nuevo paradigma vinculado a crear comunidad entre ellas, crear un ecosistema que aporta valor, tanto a la economía como a las personas. El año 2020, solo las empresas que están en el portafolio Start-up Chile de Corfo generaron 26.140 empleos en el país y 10.085 adicionales en el extranjero. Por lo tanto, su responsabilidad en la activación de cambios es primordial.

Estas nuevas generaciones son claves para que este proceso de transformación se dé, donde la lógica no debe estar sólo en rentabilizar más a la compañía, sino en aportar valor a todos mis stakeholders, especialmente, a mis colaboradores que son el pilar del desarrollo. No tengo ninguna duda que este desafío lo debemos mirar colaborativamente y no con desconfianza, para que podamos vivir de la mejor manera los tiempos que nos tocan.

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Autor:
Alejandro Inzunza

Socio de Symnetics y cofundador Pharu Analytics